Por Lucy Ortega
Después de haber analizada la circunstancia vivida hace un mes atrás, no dejo de asombrarme de que avezados políticos quieran colgarse o amigarse con aquellos que con todas las letras sigo insistiendo, perdieron a pesar de haber ganado en números relativos la elección del gremio municipal.
Muy simple lo que gano fue el descontento; 49% de los votantes, contra el 48 % de los ganadores, y no solo eso gano la desigualdad, la inmoralidad, la injusticia, la impunidad.
No existió la libertad de acción durante la campaña electoral. no se permitió elegir libremente a quienes con mucho esfuerzo pudieron explayarse sobre sus propuestas. si se permitido la impunidad de que con recursos de los propios afiliados o no, se montaran propagandas costosísimas y a grandes voces decir que tendrían el apoyo económico del gobierno provincial y municipal de allí la desigualdad y la inmoralidad. nadie salió a desmentir tamaña aseveración.
No existió la legalidad del proceso, nula desde el principio del mismo, sin que a ninguna de las impugnaciones se dieran en términos de ley lo que se considera ajustada a derecho, no se permitieron alianzas y hasta hicieron la “perrería” de confundir al electorado con los colores de lista. y aquí la injusticia, por que habiendo agotado las vías correspondientes no se obtuvo ni en los estamentos de control, ni en la justicia respuesta alguna, sobre un cuestionamiento bien o mal planteado pero que merecía por lo menos una respuesta.
Viene bien recordar a Einstein “aquellos que saben, tienen la obligación de actuar” ¿De qué sirvió ser “oficialistas”, tener a favor los estamentos de control y la justicia? Apenas, para tener un gremio que carece de representatividad (30%) de sus representados; que trabajó durante 4 años para crecer en 39 votos más, únicamente; no logró que el 50 % de sus afiliados fueran a votar y que además hoy permite que sus propios compañeros sufran la impotencia de traslados injustos por la insolencia de haberse animado a participar y lograr en tan solo 15 días aquella representatividad genuina que ellos no lograron.
Su triunfo es pírrico.
Hoy, a casi un mes de acompañar a un grupo de dirigentes que con valentía y coraje asumieron como propia la defensa de los derechos de los trabajadores; creyendo que podrían tener la libertad de participar con la garantía de una contienda limpia; escucho con tristeza “la culpa tiene la política; nos devaluamos más como políticos”.
No podemos dejar pasar, estas pequeñas pero inmensas muestras de poder que nos trasmiten que a la larga o a la corta nos estamos dirigiendo hacia una “democracia totalitaria”.
¿Y nuestros representantes? “Bien, gracias”. Estamos tranquilos.
El que quiera oír, que oiga.