ANACRONISMOS IDELÓGICOS Y RESISTENCIAS INNECESARIAS

por JORGE ENRIQUE DENIRI

Loris Zanatta, es un profesor de historia italiano de la Universidad de Bolonia, la más antigua del mundo, que escribe habitualmente sobre la Argentina, con una solvencia que ya quisiéramos muchos de los que nunca hemos puesto un pie en la península.

A fines de noviembre, publicó en un medio de prensa nacional, una nota sobre la “Resistencia”, entendida como una “palabra ampulosa”, que en Europa evoca “la resistencia partisana contra el nazifascismo” y en nuestro país “la resistencia del peronismo a los regímenes que lo proscribieron”. Ahonda al respecto que la proscripción del peronismo fue antidemocrática, “ pero tampoco había sido democrático su gobierno”.

Zanatta sostiene que resistencia “es una gran palabra”, pero que “su uso no es indiferente ni inocente”.

¿Por qué el profesor boloñés pone tanto énfasis para hablar de “resistencia”? porque – sostiene – “desde las Madres de Plaza de Mayo hasta los intelectuales progresistas, desde la prensa kirchnerista hasta los sindicalistas más combativos, desde los curas villeros hasta los eternos cheguevaras europeos, se alza un coro unánime ¡Resistencia!”, ¿contra qué o contra quién? El italiano destaca que es contra Javier Milei, “que todavía no asumió y ya quieren desalojarlo”, y apuesta más todavía: “Si fuera por ellos, supongo, ni siquiera tendría que tomar posesión”.

Claro, haciendo un poco de historia, una cosa fue la resistencia partisana en Europa Oriental, y otra diferente en Francia, donde hasta la cocotte que le contagiaba una venérea a un alemán decía estar resistiéndose, o en la Italia fascista, donde sólo tras el colapso alemán se hicieron notar los partisanos comunistas, ejerciendo justicia sumaria para despachar a los podestás mussolinianos.

El mito de una resistencia a outrance, contra viento y marea, monolítica, colisiona en la realidad con la hondura, extensión y prolongación del colaboracionismo, que cada vez tiene más tragedias para revelarnos, como los trenes cargados de judíos saliendo por una punta de París rumbo a los lagers y los hornos, mientras Leclerc y sus tanques ya estaban entrando por la otra, o la estructura mafiosa brindada por Lucky Luciano a los yanquis para que pudieran hacerse con Sicilia. Demasiado alta la tapia y densos los ligustrines del jardín de los Finzi Contini.

Del colaboracionismo entre nosotros, mejor no hablemos, porque serían muy pocos, poquísimos los que resistirían un archivo, y se trata de un fenómeno de dos manos, del que tratan de correrse a un lado todos los bandos.

Quizá lo más destacado de la nota de Zanatta, es su aseveración de que políticamente, hablar de “resistencia” es “inquietante”, porque en una democracia lo que se hace es oposición, mientras que de resistencia puede hablarse cuando se combate con un invasor o se enfrenta una dictadura, y – a su juicio – para luchar con un invasor hay un marco legal, mientras que contra una dictadura “todo vale”. Y acto seguido, se formula las grandes preguntas, los interrogantes que surgen: “¿La Argentina fue invadida por una potencia extranjera? ¿Las elecciones presidenciales no fueron transparentes? ¿No hubo un veredicto popular claro?”.

Claro que sí, pareciera que el desafío reiterado de “hagan un partido y ganen las elecciones”, tuvo respuesta. ¡Tres millones de votos más que la mejor perfomance de los desafiantes!, pero estamos escuchando desde el primero al último de ellos proclamando a grito herido que el pueblo se equivocó, y que ojalá al nuevo gobierno le vaya mal, lo peor posible, con derramamientos de sangre incluidos.

La nota es larga y dice mucho más, pero sólo quiero destacar la identidad que encuentra entre “resistir” y “el eslogan peronista en la campaña electoral <<en defensa de la patria>>, que él percibe impregnado de “enormidad autoritaria”, de “chantaje amenazante” preguntándose “defensa contra quien, contra qué, por qué? ¿qué peligro corre la patria?”.

Descontado lo dicho, al tano no le gusta Milei y así, en definitiva dice que “se parece más a un peronista que a un liberal” en su estilo político, por sus berrinches de intolerancia, pero se compromete a respetar una democracia de ese tipo en vez de proclamar una alternativa  que más que las urnas respete la “participación”, más que los individuos cuenten las “comunidades”, más que el Congreso la “plaza”, más que los partidos los “movimientos”, y más que la Constitución, el “pueblo” entendido a su gusto y piacere.

Pero de todo lo dicho, lo que interesa resaltar, además del tremendo efecto potenciador sobre la grieta, de esa absoluta negación de lo que en definitiva no es nada más (ni nada menos), que una simple derrota electoral, son, – Zanatta dixit – “los demonios que despierta” en sus ¿enemigos?, como dice el boloñés, cuando no debieran ser otra cosa que simples opositores. Como quiera que sea, Loris Zanatta destaca el anacronismo que representa ese discurso actual de lo que alguna vez fue el peronismo. Revolucionario, fascista y timoneado por militares en sus comienzos, cuando el mundo occidental se estaba desembarazando a través de la más sangrienta de las guerras del nazismo. Con una capacidad enorme para cambiar su piel, con el tiempo fue mutando del corporativismo fascista al progresismo caribeño, de las llamadas “extremas derechas” a un discurso donde se exhiben los retratos del Ché y se festeja a cuanto autócrata estilo Maduro o Putín anda por ahí, pero si algo sale mal se saca pasaje para Francia, Italia o España y no para la Habana o Moscú.

Cuando una de sus estratagemas de campaña, tiempo ha, fue el “voto joven”, probablemente estuvieron lejos de pensar que iban a ser esos mismos jóvenes los que terminarían sacándolos del cuadrilátero. A ellos y a nosotros, a los que vivimos aquella misma Argentina, aunque no del mismo lado de la calle.

En esa pérdida compartida, por el lado de ellos, asombra la intrepidez de Massa, que como el último centinela de Pompeya, mientras veía que la lava se le venía encima, mantuvo el dedo en el botón de la impresora y perdido por perdido terminó de empapelarnos a todos con billetes buenos para jugar al Estanciero. Mientras tanto, Insaurralde y su gata se prodigaban mimos en la Costa Brava o donde fuera, con verdes, azulinos o como sean ahora, pero de los buenos.

Y bueno, una vez más hay que darle, sino la razón, el respeto debido a los que reclaman que con el General no se jode, porque entre aquel peronismo y aquella Argentina que él encabezaba y la corrupta desviación actual media un abismo. Y la pregunta que quizá hay que hacerse, es si el aplastante triunfo alcanzado por Milei con tan escaso aparato electoral es el triunfo de una esperanza generalizada, indicio de un recambio generacional o un salto al vacío.

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