ESPERANDO QUE PASE EL CARNAVAL

Hay una euforia incontenible. La victoria da derechos que no se empañan con las obligaciones. Para cumplir, habrá tiempo. Mientras, hay que tratar de no perder el foco de la festividad. Seguir la marcha detrás de los festejos, para no perder de vista a los que no se exceden y prefieren volver a la realidad. Sin embargo observar se torna un ejercicio imprevisible. Es avanzar y detenerse, mirar hacia atrás y recomenzar el desfile. Siempre siguiendo el rumbo de la masa exultante. La fiesta avanza. Y allá vamos, presenciando los instantes de duda de quienes tratan de otear el horizonte, deseosos de que una tormenta de verano no empañe el petit carnaval.

SEAN ETERNOS ESOS PRESOS, QUE SUPIMOS CONSEGUIR…

Podría decirse que la mayoría se nutre de un optimismo impaciente, aprovechando la corriente dinámica de una Justicia que abandonó el letargo. Pero esa visión es “fáctica”, sin la solidez del desenvolvimiento fundado en leyes rigurosas que le otorguen uniformidad y certeza a las reglas básicas de una sociedad.

Los hechos de los últimos días han sido un incomprensible espectáculo. De un lado los malos. ¿Del otro? Los que se supone buenos. ¿No será a la inversa? El orden alterado de los factores inocula una urgente necesidad. Por eso la justicia se mueve al compás de resultados electorales y de los rankings de #hashtags. Los expedientes adquieren una movilidad casi comparable con la velocidad de la luz. Pero no en todos los casos. La corrupción es endémica. Pero la lucha contra la enfermedad se limita al diagnóstico y el tratamiento. No a la prevención. Es decir, se convive con la conformidad de que algún nombre se agregue a la lista de: transmisores de la corrupción.

LA MANCHA AVANZA Y LAS DUDAS TAMBIÉN

Julio De Vido preso, es más que un ícono. Es un trofeo. Pero esa ofrenda de la Justicia puede convertirse en un “caballo de troya”. La sociedad puede interpretar que el “símbolo” lo es todo. Pero detrás de la simbología hay significados que no son, obviamente, interpretados de la misma manera. La gente interroga y los líderes responden. Carrió manifestó, palabras más o menos, que los empresarios son “víctimas” de funcionarios coimeros.  Una afirmación temeraria. Las relaciones entre el Estado (sus funcionarios) y los privados (empresas, proveedores, etc.) siempre estuvieron signadas de sospechas.

Y donde hay corrupción, la fórmula es “pagá y lo haces” o “pongo una punta y dame la obra”. Si fuera extorsión, la víctima tiene la obligación – no sólo el derecho – de hacer la denuncia.

Por las dudas, hay que tener presente, que en los últimos cuatro años, Julio De Vido fue denunciado más de cincuenta (50) veces y junto con él unos 200 ciudadanos, entre gobernadores, funcionarios, empresarios y sindicalistas. Así lo informa una nota de Perfil. Y quizá, tarde pero seguro, la JUSTICIA ponga blanco sobre negro e investigue a TODOS.

1 Comments

  • Aníbal Ramón.

    Bien definido,el ejercicio de una obligación ( que se ve amañada al tiempo del poder), que la Justicia en la República, debieran de promover.Pero es lo que hay amigo…!!Pero, esto “No”,será un síntomas de madures ???Veremos más adelante.

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