POR JOSÉ GUILLERMO ALFONSO
Mucho se habló de la cuestión de los límites naturales entre la Isla Apipé Grande y la
República del Paraguay. Si nos quedamos con el último incidente de la lancha de los
pescadores argentinos abordados por personal naval paraguayo, y habiendo tomado el
caso tanta repercusión social, será fácil tomar una postura a favor o en contra de unos u
otros.
Pero, no debemos preguntar, antes que nada, ¿cuál es la razón de una u otra orilla?
Quizás, y teniendo al tiempo como infalible juez de todas las cosas, debamos
preguntarnos qué tanto se intentó solucionar este dilema a lo largo del tiempo, desde el
corrimiento de los límites naturales, tal lo expreso en el Tratado de 1.876…
Desde hace mucho tiempo a esta parte, muchos se manifiestan desde el fanatismo
desde una y otra orilla, sin tener en cuenta que en medio de toda esta disyuntiva
histórica, se encuentran familias argentinas y paraguayas que llevan juntos a sus hijos a
las escuelas de la isla o que, juntas, sacan turno en el mismo hospital insular, para curar
las mismas enfermedades, mientras toman un mate, desde el más amplio sentido de la
sensatez, la cordialidad y el respeto.
Esa, creo, debe ser una de las premisas fundamentales antes de sentarnos a ver quién
tiene la razón en esta larga y triste historia de derechos vulnerados de ambas
márgenes.
Tanto los argentinos como los paraguayos comparten más de un siglo de historias y de
vivencias en común, donde sus hijos, nietos y bisnietos se han casado o “concubinado“,
formando familias fusionadas en historia y tradiciones que hoy, a fuerza de los lazos del
afecto, ya resultan comunes a ambos pueblos.
Me permito alejarme un tanto de las cuestiones burocráticas y técnico-jurídicas sobre
los límites fluviales y los Tratados internacionales que establecen claras pautas sobre la
delimitación de ambas orillas y que hoy, a todas luces, es un derecho que le fue
vulnerado a los isleños.
Ahora es el momento de alejarnos de las arengas políticas y sentarnos a una mesa
común, pero de la que deben participar, necesariamente, todas las partes en conflicto.
Porque caería en saco roto (una vez más) cualquier declaración o decisión que se tome
unilateralmente.
Sería muy productivo, en todo caso, tener en esa mesa común a las partes que tienen
poder de decisión y que pueden cambiar el curso de esta historia y mejorar la calidad de
vida de los compatriotas que viven y sueñan con una isla Apipé verdaderamente
soberana y argentina!
¿Sería mucho pedir que inviten a los representantes del Parlamento del Paraguay a una
sesión binacional, a la orilla del mismo río Paraná que hoy es motivo de conflicto?
Quizás, sentados a la vera del río, entiendan de qué hablan los isleños que desde hace
años reclaman ser escuchados.
Creo que es momento de agrandar la mesa y agregar el diálogo honesto y alejado de
las tribunas políticas de los tiempos actuales. Los ciudadanos de Apipé se merecen
todo el respeto y cuando me refiero a los ciudadanos de Apipé, hablo de los hombres,
mujeres y niños argentinos y paraguayos que conviven y sufren a diario los mismos
problemas, sin distinguirlos por sus banderas.
Los representantes de la política argentina y paraguaya tiene esta nueva oportunidad de
hacer historia, pero de la buena. La historia que construye y hermana a los pueblos. La
historia que borra los límites y piensa más allá del punto de mayor profundidad del
cauce del río Paraná, un río de riquezas depredadas que no es argentino, ni paraguayo,
sino simplemente un río, que sufre y llora igual que la gente que lo ve pasar, casi sin
esperanzas…
Aun queda tiempo.¡ Hagamos las cosas bien!