NO QUIEREN PERDER PRIVILEGIOS…

Por Procyon cancrivorus

No quieren perder privilegios pero, no toman nota. El quiebre de los liderazgos y las despartidización de la política

Los oficialismos provinciales no tomaron nota de la pérdida de liderazgo y el quiebre de la participación de los partidos políticos.

La campaña de la motosierra dio sus frutos en un momento muy complejo para la Argentina que vivimos: quebró liderazgos y desmanteló partidos.

Javier Milei, el candidato mas votado, fue también quien más fiscales logró para evitar el fraude; el que realizó una campaña sin carteles; y sin financiarse de alguna “caja” del Estado. La lista sigue… pero lo que quedó son rezagos. O, una realidad que superó la ficción o alguna pesadilla presagio de los malos políticos.

LOS QUE NO QUIEREN PERDER PRIVILEGIOS…

Hace tiempo se viene dando un cambio en las formas y los modos de elegir representantes en la política y Corrientes no es ajena a ello. Empezaron a surgir como referentes de cambio en la plaza 25 de mayo con la crisis de 1999 pero, se convirtieron en favorecedores y favorecidos de proyectos personales.

Pasó el tiempo y desde todos los espacios partidarios –peronismo, partidos provinciales, radicalismo y hasta la izquierda– instalados en el “jardín del Edén” de la alianza gobernante, le abrieron camino a los que no provenían de la vida política partidaria. Y sí, vienen en gran parte de diferentes nichos sociales, culturales y familiares. Ellos son los accionistas del poder.

El origen de éstos políticos de cartón, es el poder mismo. En él nacen, crecen y se reproducen. Provienen de diversos ámbitos, por ejemplo:

  • De las tertulias empresariales.
  • De los operadores de medios beneficiarios de la pauta.
  • Los parientes que ocupan cargos.
  • Los vecinos de alcoba o alcahuetes de la primera hora.
  • Los gerenciadores, que sirven para cumplir órdenes y no generan competencia en la búsqueda de poder.
  • Los outsiders que no vienen de la política sino del mundo artístico o musical y que buscan generar eventos para que los auspicie el gobierno; y luego crean una fundación o asociación civil o un club de fútbol.
  • Los que van cambiando de funciones legislativas a ejecutivas o viceversa en menos de 24 o 48 horas.

Todos ellos ocupan lugares que, en principio, están destinados a quienes participan en política por vocación o ideales y reúnen las cualidades para ocupar cargos electivos o ejecutivos.

PARIENTES, ENTENADOS Y DEMÁS YERBAS

El sistema mutó para mal. La política, en si misma, perdió la esencia de sus raíces ideológicas engendrando la transversalidad.

Los actos y actitudes que enaltecían la ética; la honorabilidad; la honestidad; la sinceridad; la lealtad; la generosidad; la humildad; la empatía y otras virtudes que desplegaban mujeres y hombres que ejercían la política como un apostolado al servicio de la sociedad han desaparecido.

Hoy, los políticos de cartón están rodeados por llevadores de celulares siempre listos para la selfie; expertos en el vaciamiento de cajas chicas; cultores del chisme y de la adulación irrestricta; y por supuesto, otros quehaceres domésticos.

Un ejercito improductivo en el que sobresalen parientes; entenados; amigos; y algún o alguna protagonista de relaciones inconfesables.

En contrapartida, buenos ciudadanos todavía integran las estructuras partidarias, poniendo en práctica la política en función del bienestar general. Todos al servicio de y no del sirviéndose de.

Conocedores del territorio; con influencia y liderazgo en su entorno comunitario; sin horarios ni feriados para atender las necesidades de sus conciudadanos. De estos políticos –rara avis– quedan muy pocos.

Detalle, son los que todavía hacen oír su disidencia en los comités o las unidades básica o cualquier otro ámbito de discusión institucional y orgánica. Y casi siempre, el poder real que se resume a una mesa chica, los condena al ostracismo por obra y gracia de la dedocracia de turno.

Vocación de servicio y meritocracia son peligrosos para el status quo. ¿Se entiende?

INTERPRETACIÓN MALICIOSA

El preámbulo es claro, pero estos malos políticos lo interpretan al revés: “… la unión nacional, la paz, el orden, la justicia, la defensa común, el bienestar general y la protección de la libertad de todos los habitantes…”.

Es decir, prefieren el sometimiento de la mayoría; un superlativo bienestar que beneficie a la casta; que la indefensión sea el denominador común en cualquier lugar; que la injusticia sea una constante reglada y no una excepción; que el desorden mantenga la desintegración social y los valores de la convivencia; que la paz sea una utopía; y que la unidad nacional sea una apelativo que las facciones en lucha por el poder absoluto esgrimen en sus discursos para engañar a la ciudadanía.

POR ESTO VENIMOS EN DECADENCIA

La contracción de los ingresos personales; la disminución de las posibilidades de hacer carrera; las malas condiciones laborales; y un clima político hostil.

Al mismo tiempo, las incontables intervenciones que emprende el Estado son un abono perfecto para el crecimiento gigantesco de la corrupción.

En muchas oficinas hay pocas cosas que funcionen sin pagos “extras”, insignificantes para los ricos pero que afectan duramente a los pobres.

En lo más alto de la burocracia, e incluso en los niveles medios, la corrupción entraña enormes cantidades de dinero que despojan los escasos recursos públicos.

Por efecto cascada, algunos actos de corrupción se vuelven escándalos públicos, disminuye la confianza, no solo en el funcionamiento y en el rol del Estado, sino también en gobiernos que parecen incapaces de corregir esa situación.

Cuando no son cómplices activos de la misma, los políticos son incapaces de prevenir el “caos” y el ulterior deterioro económico general -o de que incluso lo evaden por razones de demagogia-.

Además, la conducta racional -y la vez enfermiza- se interesa mucho más por defender sus “privilegios” que por cumplir con sus obligaciones.

Esto llevo al grado de fragmentación social de nuestra sociedad, la diferencia entre tener ilusiones y la reducción o inexistencia absoluta de ellas para demasiados compatriotas.

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