LA NEGACIÓN DEL PERIODISMO

Hoy es un día diferente que, de manera perturbadora, ratifica la negación del periodismo

Una inexplicable paradoja marca el rumbo que transita el periodismo y su negación.

Muchas noticias son verdades a medias y demasiadas mentiras se convierten en noticia cotidianamente.

Las razones que motivan esta contradicción forman parte de un proceso que expone la decadencia de valores como la ética; el compromiso con la sociedad; y la defensa de la libertad.

DE CUARTO PODER A ESCLAVOS DE LOS PODEROSOS

Para esclavizar al periodismo el poder económico se asoció con el poder político. Esa conjunción dio paso al poder real. El que analiza, diseña y toma decisiones que generalmente no apuntan al bienestar general. Y sí al beneficio de sectores.

El periodismo es una profesión. A veces se ejerce de manera empírica y otras, sustentado en una formación académica. Casi siempre está sujeto a la percepción de una remuneración.

Sin embargo, al dúo económico – político, le faltaba un intermediario eficaz: los medios.

Y son los dueños de los medios los que contratan, emplean o absorben la mano de obra periodística. Así los periodistas pasan a ser los mensajeros de los intereses del medio que está estrechamente vinculado al poder real.

Difícil mantener la independencia. Innecesario apegarse a la ética. Y la libertad no es moneda de curso legal. Ergo, la necesidad tiene cara de hereje o de periodista.

EL MERCADO DE PODER

El mercado impone condiciones para que el periodismo pueda trabajar en los medios. Generar contenidos, informar, difundir y opinar mutaron su esencia.

En un juego de palabras se vislumbra una realidad innegable: RESPONDER al mercado de poder para poder estar en el MERCADO. Esa es la premisa que surge de necesidades rayanas en la supervivencia.

Sobrevivir no es tarea sencilla. Si el periodismo dejó de ser un apostolado, todavía mantiene una característica emparentada con la docencia. Es decir, igual que los docentes, los periodistas necesitan más de un empleo para cubrir necesidades básicas.

Esa exigencia inevitable hace que el periodista tenga la necesidad de “respetar las leyes del juego”. Y esas leyes las establece, interpreta y ejecuta el poder real.

Bailar al ritmo significa no solo tener un empleo, sino también la posibilidad de acceder a varias remuneraciones. Por varias circunstancias, el ejercicio de la profesión de periodista, implica buscar alternativas que le garanticen una obra social y aportes jubilatorios como “adicionales” a lo que percibe en los diferentes medios.

Debe, imperiosamente, minimizar el daño del empleo en negro, precarizado, informal. Debe ajustarse a la demanda y, consecuentemente, optar por “facturar” de manera personal, amparado en su condición de monotributista.

A veces con suerte -y algo de sumisión- consigue acceder a un contrato en la administración pública, en cualquiera de los poderes de la República, o en un ente descentralizado. Si la incompatibilidad no es limitante, sí lo es el interés de su empleador que le marca omnipotente qué, cómo, dónde y cuándo decir o publicar.

LA PROFESIÓN “SUI GÉNERIS”

La decadencia está estrechamente relacionada con el surgimiento de pseudos “periodistas o comunicadores” que ocupan los espacios en los medios sin la más mínima expresión de imparcialidad, objetividad o profesionalismo.

¿Es lo que quiere la audiencia, el lector o el televidente? No. Es lo que el poder introduce como “referentes comunicacionales”. Gente común con variopinta formación o profesión que, a fuerza de expresiones groseras, la deformación del idioma, el relato editado por su mandante, y la defensa irrestricta del status quo se introduce en la vida cotidiana de “Doña Rosa”.

En Corrientes, en la Argentina y en el mundo hay muchos ejemplos que calzan como anillo al dedo para “etiquetar” a los impostores disfrazados de periodistas.

Sobro todo, cuando sobreactúan su rol de “periodistas o comunicadores” independientes y confiables, pero pautan a dos manos a través de alguno o algunos de sus colaboradores. Vieja artimaña, que les permite “mostrarse” como impolutos.

EN HONOR A LA VERDAD

El Día del Periodista fue instaurado en 1938. Pero su origen es de un siglo antes. A días de la Revolución de Mayo, la Junta decretó la necesidad de crear un medio de prensa y así nació la “Gazeta de Buenos Aires” cuyos objetivos eran: La difusión de las ideas; de los Actos de Gobierno; y las decisiones políticas de la Junta Revolucionaria de Mayo.

Mariano Moreno fue el hacedor imprescindible del primer medio “independentista”. Su impronta, plena de compromiso con la ética y las libertades fue un faro que señaló el camino en sus inicios.

El tiempo pasó. Mariano Moreno ya no está. El periodismo es otra “cosa”. Los intereses prevalecientes son convenientes al poder. Y el pueblo es rehén de su propia ignorancia.

Decía el prócer:

“Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale, debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía”.

Pero además expresaba en su editorial La libertad de escribir:

“Si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia; y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria”.

LA NEGACIÓN DEL PERIODISMO

La historia de hoy es la inmediatez supeditada a la “conveniencia”. Ahora, en vivo, la realidad tiene varias caras, nombres e intereses. Por eso, lo que se dice o se imprime, tiene un valor temporal mínimo y relativo.

Las redes sociales; los medios corporativos, los “truchos” y los “disfrazados”; la insolvencia técnica y personal de un amplio sector de “periodistas o comunicadores” son actores principales de la negación del periodismo.

La noticia y la opinión caminan en paralelo sobre un trazado que privilegia la desinformación y la mediocridad.

Las conferencias de prensa son “elitistas”. Las entrevistas a políticos, empresarios y personajes -no personalidades- son una farsa.

No hay una pregunta inteligente, profunda, inquisitiva. Es más fácil “tirar centros” para que el entrevistado de turno abusando de la retórica se luzca respondiendo sin responder.

Es importante que la fecha impulse un análisis profundo y descarnado de qué hace el periodismo por su profesión y por los destinatarios de su rol.

Se debe recordar y tener siempre presente que la libertad es un bien intransferible. Si el periodismo se somete, el destino de la sociedad será una sumisión a los intereses de los poderosos. Y esos, nunca transfieren nada. Gratis.

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