LOS ÚNICOS PRIVILEGIADOS

Cinco. Pero por suerte no son los “Jinetes del Apocalipsis”. Hasta ahora, en la superficie de sus historias recientes -y no tanto-, se los identifica como “políticos”.

Todos ellos son mandatarios o representantes. Son los administradores de un poder que el pueblo les otorgó de manera directa o por mediación de una autoridad superior.

Estos, no son los únicos, pero han quedado expuestos por plasmar en una imagen el lado más oscuro e incomprensible de la política. La hipocresía.

LENGUAS MÁGICAS

La grosera definición que justifica todo acto, aquella que define a la política como “el arte de lo posible”, les cabe en todas las circunstancias y oportunidades. Con base en esa afirmación hueca, son capaces de articular palabras sin sentido con el objeto de crear una definición que aparente justificar lo injustificable.

Hábiles e intuitivos, maestros de la construcción oral, no se ruborizan ni tartamudean cuando enmarcan sus contradicciones en razones coyunturales. Para ellos vale su palabra: al principio; en el medio; o al final. Siempre vale más su auto interpretación que el contexto y el contenido de lo que dicen. Es decir, pueden negarse a sí mismos, aferrados a la “dinámica de la política” que les permite mutar su aspecto sin dejar de ser ellos mismos. En esencia, fingidos e impostados.

EL ARTE DE FINGIR

Son innegables sus cualidades interpretativas. Dúctiles y ambivalentes para recrear apariencias, estos políticos pueden “deformarse” sin “romperse”; y hasta consiguen representar ambos polos en un solo punto referencial: ellos mismos.

En buen romance, pueden aliarse a lo que combaten o, atacar lo que defienden. ¿Parece ilógico? No lo es. Los políticos, sobre todo estos que componen la imagen de portada, son los que por norma esconden sus verdaderas intenciones. La evidencia para ellos, es solo un accidente en el relato. Siempre podrán construir desde su verdad, la que irremediablemente deberá ser aplicada como única. Sobre todo porque el pueblo no puede interpelarlos.

Ellos actúan. Representan, ante la atónita platea de ciudadanos, un libreto común inherente a su condición de políticos. Fingen, con maestría, todo aquello que contradice lo que verdaderamente piensan  o sienten.

STATU QUO IRREDUCTIBLE

Son audaces e inteligentes. La opinión no implica una valoración moral o ética sobre sus actitudes o acciones en el ejercicio del poder devenido de su condición de políticos. Es tan solo el reconocimiento a la capacidad de maniobra que los ha llevado al escenario del cual no se bajan aunque se modifiquen el argumento, la escenografía y el vestuario.

Por eso, perpetuar las condiciones que les asegure la participación en la administración del poder es, ante todo, un mandato de supervivencia. Sobrevivir a los cambios les garantiza supremacía por sobre el hombre común. Este sufre las consecuencias, sin haber participado en la construcción de las mudanzas. El político transita las alteraciones sin sufrirlas aun habiendo sido responsable o cómplice de su implementación.

Viven y se desvelan por el poder. El mismo que impone las decisiones generadas en ámbitos vedados al vulgo. Los políticos han copado las instituciones de la república. Ellos integran esos dominios -judicial, ejecutivo y legislativo-, cuidando que no se desintegre el equilibrio que permite la eternización del “statu quo”. Significa en síntesis, que ninguno de ellos abandona la elite por voluntad propia; y tampoco, ninguno de ellos llegó allí a consecuencia de una elección personal.

Son socios. Sin contrato, pero con códigos asumidos como imprescriptibles. No hay membresía accidental, se eligen entre ellos. De esa manera evitan la contaminación “moral y ética” que la irrupción de un político honesto puede dispersar en el núcleo sagrado.

SI SE MIRARAN AL ESPEJO

Un simple ejercicio de auto contemplación ratificaría su condición de hipócritas. El espejo les devolvería el reflejo de sus rostros. La misma máscara por la que todos los reconocen.

La escena los muestra sonrientes y distendidos. Cómodos en su condición de actores políticos. Cuatro legisladores y un ministro. Hombres de origen diverso. Pero con una condición en común: hoy se unen para combatir aquello que en el pasado les permitió acceder a la élite.

¿Vale recordar? Sí, brevemente, porque para muestra vale un botón.

  • ROGELIO FRIGERIO (Nieto) Su primer cargo político en el sector público fue como secretario de Programación Económica -1998- durante la segunda presidencia de Carlos Menem (Partido Justicialista).
  • MIGUEL PICHETTO  Desde 1983, cuando fuera electo concejal de la ciudad de Sierra Grande (Rio Negro), hasta ahora el actual senador nacional ocupo varios cargos electivos. Es decir, hace 36 años que Miguel Pichetto ejerce la política gracias al Partido Justicialista.
  • HUMBERTO SCHIAVONI  Su primer cargo público fue como subsecretario de Economía (1990) en la gestión de Ramón Puerta –Partido Justicialista– gobernador de Misiones.
  • CARLOS MAURICIO ESPÍNOLA  Fue intendente de la ciudad de Corrientes desde 2009 a 2013, cargo al que accedió como candidato del Partido Justicialista. Fue su primera incursión en la política.
  • HORACIO RICARDO COLOMBI  En 2001 fue electo gobernador de Corrientes, como candidato del Frente de Todos, alianza integrada por la UCR, Partido Justicialista y Partido Liberal.

LOS ÚNICOS PRIVILEGIADOS

Son ellos. Los cinco de la fotografía que ayer fueron protagonistas de un acto fingido: un proyecto de futuro para el bienestar general. Los políticos, sobre todo éstos, no persiguen otro objetivo que perpetuarse en el esquema de poder. No importa el embalaje, el rotulo, el origen, el fin. Solo se juntaron para ratificar que pertenecen a una clase que está por sobre los demás colectivos, castas, logias y cualquier otra cosa que se le parezca. Son tal para cual. Los une el bienestar;  los privilegios; el buen vivir. Nada los afecta. Ni la crisis, ni el futuro, menos todavía el sentimiento de culpa de ser cómplices del pasado.

Ellos disimulan su pasado. Amagan preocuparse por el futuro. Hoy, parecen no ver a los argentinos que perdieron su empleo, o todavía no consiguen uno. No imaginan la cantidad de ciudadanos que no consiguen cubrir sus necesidades mínimas. No disimulan su insensibilidad ante la crítica situación de los jubilados.

Son ellos los que representan en carne viva la certeza ciudadana de que los políticos no tienen vocación de servicio y sí, vocación de servirse.

Y es cierto. Humberto Schiavoni; Carlos Mauricio Espínola; Miguel Pichetto; Rogelio Frigerio (Nieto); y Horacio Ricardo Colombi representan cabalmente al grupo LOS ÚNICOS PRIVILEGIADOS.

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