MACRI, LA PALABRA AUSENTE

Al presidente le vendría mejor no hablar. Cada vez que lo hace se expone a la sospecha y, consolida, su evidente incapacidad.

Macri debería olvidarse que CFK es su tabú mal asumido. Renombrarla, exponerla, incorporarla a su día a día es la ratificación de que solo puede hablar del adversario (que personalmente eligió) y nada tiene para decir de sus propias miserias. Mejor dicho, de las miserias que él provoco.

El Presidente, en un evento importante (Democracia y Desarrollo), no debió desnudar la carencia que lo caracteriza: desconocimiento de la realidad. Objetivamente, todos sus actos denotan que habita una dimensión distinta a la que sufren sus connacionales.

Poco feliz, para no calificar de una manera insultante, fueron la mayoría de los argumentos y opiniones vertidas en su discurso. Comenzando por la auto flagelante estrategia de “polarizar”, con quien, mal que le pese, representa un universo de voluntades que el acrecentó gracias a su gestión.

Ningún estadista insinuaría “qué, cuál y cómo” deberían ser las estrategias de su “adversario” en una elección. La lógica de los observadores experimentados es premonitoria: jamás será un estadista.

Pero Mauricio Macri insiste en hostigar a CFK, como sí su sola presencia en una fórmula que aspira conducir los destinos de la Nación, son  la razón en la que anida la “Caja de Pandora” que CAMBIEMOS se encargó de multiplicar.

DEL SINCERICIDIO AL INFANTILISMO

El Presidente, empoderado en la sinrazón, pretende que la candidata a vice presidente abandone el silencio. Según su óptica, el mutismo provoca intranquilidad. Bueno, su verborragia no solo intranquiliza; también es ofensiva. Parece haber olvidado que “el día después” de su derrota optó por echarle la culpa a la mayoría de los ciudadanos que se expresaron libre y democráticamente.

Mauricio Macri es un abonado a los errores propios. Actos políticos incoherentes que, en la jerga, son caratulados de sincericidio. Sin embargo, su hipocresía potenciada exhibe un alto nivel de insensibilidad. Muchos de sus desaciertos-sino todos- , han provocado daños irreparables en el colectivo social. El Presidente y su entorno no tuvieron que pagar los platos rotos producto de su impericia. Pero, cada vez que se equivocó, volvió sobre sus pasos solo para decir “me equivoqué”, y siguió en el mismo rumbo. Equivocarse.

UN MAGO CON DIENTES Y OJOS CLAROS

El Presidente es un practicante acérrimo del ilusionismo. Su impostada sonrisa y la gélida seducción de sus ojos nórdicos, formaron parte de la escenografía dialéctica en la que con absoluto desparpajo basó su condición de “mago”.

Por eso se permitía mentir sin condicionamientos. Esgrimir desde la palabra sentencias que en los hechos, resultaron como mínimo voluntarismo, y como máximo una cruel y despiadada sucesión de mentiras.

¿Vale recordar? Sí. Mauricio Macri anunció que bajaría la inflación a un dígito porque se trataba de la política económica más “fácil del mundo”.

También dijo que “los que hablan de devaluación agitan una campaña del miedo”.

Aseguró que “los trabajadores no van a pagar ganancias”.

Asumió que uno de sus objetivos era “pobreza cero”.

Prometió que “no vamos a realizar ajustes”.

El truco ilusionista moldeado en las palabras, fue letal. Quienes lo votaron en el 2015 sucumbieron al discurso facilista, casi mágico. Al final engañoso y perverso.

IMPORTA, Y MUCHO

Que la candidata a vice del Frente de Todos hable o calle, poco importa. Salvo que Mauricio Macri haya decretado que es obligación declarar contra sí mismo. Así parece.

El Presidente exige -quizá implora- que CFK salga a dar batalla y se involucre en una “guerra de palabras” que de seguro apunta a subrayar cada frase dicha por ella para ser utilizada en placas que rezarán: habló la corrupta; la chorra; la yegua; la negra.

Es importante, diría imprescindible, recordarle al señor Presidente que el permanecer callado no viola ninguna norma constitucional. Por el contrario, es un derecho.

Ahora, si Mauricio Macri condiciona el bienestar de los argentinos y el éxito de su gestión a la condición de que Cristina Fernández de Kirchner hable; llegamos al extremo de considerar que esa necesaria acción, es fruto de la incapacidad del Presidente para decir algo coherente.

SEÑOR PRESIDENTE

Al excelentísimo señor Presidente no puedo, no debo, ni quiero reclamarle nada. Tengo -y tenemos todos- un derecho irrenunciable: elegir libre y voluntariamente.

Por eso, en el uso de esa única atribución, ejecuto mi opción y elijo. Voto, consciente de que la elección es mía, individual e intransferible.

No es correcto ni admisible, cuestionar  mi decisión. La misma no está sujeta a la interpretación del que gane o pierda.

El Presidente debería saber que el marketing, los medios, los partidos políticos, las corporaciones y sus operadores, apenas son ingredientes de la campaña política. Pero ninguno de esos componentes determina mi voto.

Mi sufragio está fundamentado en una realidad que se expande. Nace en mi persona y mis vivencias y se suma e interrelaciona con la realidad que me rodea. La existencia diaria en la que participan hombres y mujeres; jóvenes y ancianos; trabajadores y desempleados; honestos y deshonestos; corruptos e incorruptibles; privilegiados y desposeídos. Un universo en que cada uno asimila y se rebela a su manera. Es la suma de voluntades. Intangible y poderosa.

Presidente, esa realidad, escapa a su visión. Usted ve solo aquello que le satisface. Su propia imagen. Allí descubre que no perdió los dientes que adornan su sonrisa. Tampoco mutaron de color sus ojos claros que siguen irradiando hielo. Quizá por eso haya decidido agigantar la grieta e insistir en la comparación.

Le sugiero, abusando de su comprensión, que intente hablar menos y ejecutar más. Recuerde que la sabiduría sencilla tiene innumerables consejos aplicables a la situación. En boca cerrada no entran moscas.

O si prefiere, el que no tiene nada bueno para decir mejor que permanezca callado.

Sepa, que la realidad no es un compendio de palabras. Cada realidad, es el santuario de un sinnúmero de verdades que el 11 de Agosto, hablaron en silencio.

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