Valdés medita las consecuencias de la derrota. Peligra la sucesión y su proyecto de liderazgo nacional está en UTI
Lilita acusa. Patricia llora. Macri suspira. Larreta ríe. Colombi anuncia. Massa elucubra. Milei festeja. ¿Valdés?
Gustavo Valdés quedó desteñido y alterado. Como la imagen de sus gigantografías que ocupan decenas de puntos estratégicos en la geografía del taragüi.
El massazo le deja cientos de interrogantes y dos certezas. Primero, peligra la sucesión. La que él pretendía como un reaseguro de continuidad.
Segundo, su proyecto de poder nacional, cuyo instrumento era la presidencia de la UCR, quedó sujeto a revisión. Sobre todo porque no logró diferenciarse de los líderes territoriales -gobernadores electos o en ejercicio- del radicalismo, hermanados en la derrota de Juntos por el Cambio.
VALDÉS: UNO DE TANTOS
El fracaso no es una exclusividad de Valdés. El mismo virus afectó liderazgos de varias provincias donde el radicalismo gobierna o ya se está probando el traje para gobernar.
Jujuy, Corrientes, Mendoza, Santa Fe y Chaco, repentinamente vieron disminuidos sus anticuerpos con respecto al síndrome Massa y quedaron entrampados entre la desconfianza y la desobediencia.
Cinco territorios donde lo único en común era el liderazgo del radicalismo que gobierna o fue elegido para gobernar. Aún así, fueron derrotados indistintamente, por quien manda en Nación –Sergio Massa-y por quien aspira a ser opción de mando –Javier Milei-.
VALDÉS SIN VOZ NI VOTOS
Valdés sin voz es una afirmación que no admite desmentida. El gobernador quedó mudo. La derrota le enfrío el pecho y le restó fuerzas para reafirmar su dominio. La arenga en su república propia fue rechazada por los que él pretendía sean súbditos.
Dos fenómenos irrepetibles, uno “abanderado del plan platita” y el otro un “loquito anarco capitalista“, le silenciaron el glorioso sapucay. El icono sonoro de correntinidad quedó guardado para otra oportunidad.
El gobernador de Corrientes tiene menos votos de los que contabilizaba como cautivos. Las cuentas claras demuestran que, la excusa esgrimida por los resultados de las PASO en el territorio donde la explicación fue “se trabajó a media máquina y el aparato político oficialista se relajó” era una conclusión equivocada o peor, una mentira excesivamente costosa.
De las primarias a las generales del domingo pasado Gustavo Valdés aumentó sus votos. Pero también las otras fuerzas cosecharon mayor apoyo. Sobre todo el espacio que encarna la discriminación y está representado por Sergio Massa funcionario y candidato de quienes gobiernan la Nación.
Massa cautivó a 78 mil correntinos más con respecto a lo que había logrado en las PASO. Milei también logró 6 mil votos más. Valdés “moviendo el aparato” del que su espacio usufructúa hace 20 años, conquistó 11 mil voluntades nuevas. La mitad de ellas en la ciudad capital.
Es decir, el gobernador de Corrientes tiene devaluada su palabra y menguado el poder territorial. No convenció su discurso y por eso se le esfumaron los votos que, por su pretensiosa hegemonía, le aseguraban el triunfo a la Patricia de Juntos por el Cambio.
TERCIOS INSTALADOS Y PREANUNCIANDO EL FUTURO
Quedó claro en la demostración inapelable de la voluntad del electorado correntino, que el fraccionamiento en tercios representa a: los que están cómodos con el oficialismo; los que apuestan a la oposición; y, lo importante, 3 de cada 10 ya votan contra el status quo.
La definición de las elecciones presidenciales tiene dos protagonistas contrarios a los intereses que el gobernador supone, afecta a los correntinos. El posicionamiento de Gustavo Valdés importa, pero está sembrada la duda de si es determinante en Corrientes.
En ese escenario impensado e inevitable, comienza a bosquejarse lo que irá a ocurrir en el 2025 cuando Corrientes, a mitad de un mandato presidencial, lleve a cabo la elección de su gobernador…
Faltan dos años y los correntinos custodian sus votos esperando a ver que nuevo liderazgo podrá imponer voz de mando en el territorio.
