RICARDO EXAGERA

Si los resultados se miden por números u objetivos, ya es una cuestión. Y no menor. Ricardo, el gobernador, de tanta ansiedad por ratificar su paternalismo, subestima los números y diluye su objetivo.

Claridad, no es una cuestión de iluminación. Claridad, en política es: certeza -ante todo-, objetividad -imprescindible- y ubicuidad -sentido de la ubicación-. Después, vienen o se agregan todas las mañas y habilidades. Algo que Ricardo tiene, de sobra.

EXAGERADO: SE LE VA LA MANO

Ricardo, hombre campechano; amistoso -a veces-, hosco -la mayoría de las veces-, transita esta campaña administrando gestos y actitudes que no son propias de sus habilidades y mañas. Cayó en la obnubilación de los emperadores. Pero cuidado, los imperios, también caen.

Lo manifiesto, sin rodeos ni ambigüedades, porque creo consciente y objetivamente que Horacio Ricardo Colombi no precisa de ejercer su influencia en algunos sectores de la Justicia, para poder ganar una elección.

Es obvio ante los entendidos y perceptible para los no tan entendidos, que el gobernador abusa de su posición de poder. Es necesario el abuso? No. Es tan innecesario como contraproducente.

UN GESTO

Ricardo es capaz de gestos inimaginables. Por lo menos, en su esencia, así debo interpretar la realidad como consecuencia de que el primer mandatario correntino, es hombre record: tres veces gobernador. Quien puede ostentar ese privilegio, es capaz de todo. Y si esa condición inigualable, lo diferencia de los comunes, no es una utopía pensar que éste hombre -más que cualquier otro- puede tener un gesto de grandeza republicana y honorable.

No tengo ni siquiera el registro vocal de un saludo con quién hoy, es el único responsable de que una elección se haya judicializado al extremo. Ricardo ha saludado, dialogado, compartido con muchos ciudadanos de nuestra provincia cientos de instantes. Conmigo no. Y no me siento menos ciudadano. Ni tampoco un anónimo influyente. Pero, tengo el deber y el derecho de decirle que no hace falta “embarrar la cancha”. Que su poder es –él lo sabe y casi todos dan fe- único. Por eso, de chamigo a chamigo, le digo al hombre: no juegue con el destino, porque en muchas ocasiones por culpa de Goliat, David no necesitó una piedra.

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