VALDÉS FESTEJA LA POBREZA

El gobernador Gustavo Valdés se prendió de los datos del INDEC y remarcó que “con éstos índices Corrientes vuelve a los números habituales”.

Valdés festeja la pobreza y justifica su incapacidad. El gobierno, en palabras de quién debe combatir la miseria, se despachó con un sincericidio.

No es normal que un gobernante tome como “habitual” índices que superan el 40% de pobres. Corrientes está habitado por gente que no llega a fin de mes, o que no puede siquiera cubrir sus necesidades básicas. Y no son pocos.

Para el ex hijo “putativo” de Colombi, que más de un tercio de los correntinos sufran las consecuencias de su intrascendente gestión, sirve para festejar la “baja” de unas cifras inhumanas. Debería sentir, como mínimo, vergüenza.

VALDÉS FESTEJA LA POBREZA

Es el mismo que alguna vez ejerció su profesión -abogado- pero que, si exhibiera un curriculum, dos tercios de su vida útil se desempeñó cumpliendo cargos públicos. Designado o electo, da lo mismo. El mínimo esfuerzo.

Valdés festeja la pobreza. Y lo hace consciente de que los índices “miserables” aumentan la incidencia de su poder. El que tiene la birome es dueño y señor del estatus de sus “hermanos correntinos”. Es decir, su acción determina, el grado de angustia inapelable de miles de correntinos que apenas logran sobrevivir.

No sorprende la cínica verborragia de quién hoy conduce los destinos de un gobierno pobre. Corrientes no es una provincia rica. Hay algunos ricos. Pero todo depende del amiguismo que amontona a los elegidos alrededor de quien gobierna. Eso sí es estar en el lugar donde los índices de miserabilidad no importan.

ANHÁ, KARAÍ OCTUBRE

Doblemente maligno, Valdés no solo se exime de responsabilidades, sino que festeja que el número de pobres sea menor. Un razonamiento característico de quienes piensan que los “pobres” son solo números. O votos.

Su argumento es típico de quién no conoce el hambre; el frío; la falta de atención médica; o el compartir un trozo de pan en alguna escuela olvidada donde los docentes además de enseñar se convierten en ángeles.

Todo lo contrario, Valdés es un maestro a la hora de eternizar la esclavitud de la prebenda. Cuando habla de “esfuerzo” ni siquiera una gota de sudor se revela. Es, como la mayoría, un esforzado dirigente político que tiene asegurado un suculento sueldo a fin de mes. Sin contar los negocios que el ejercicio del poder le facilita.

INGENIERÍA DEL RELATO

Valdés destaca los éxitos de su gestión, amparado en un deshilachado conjunto de frases hechas, que aplica indefectiblemente ante cada consulta periodística.

El gobernador es un repetidor de “pagamos sueldos en fecha y con aumentos; invertimos en obra pública; asistimos y acompañamos a los sectores productivos; abrimos nuevos mercados para nuestros productos”, afirmaciones que en definitiva no representan más que la confirmación de su incapacidad fáctica.

La realidad muestra que paga sueldos pero no buenos sueldos. Que gestiona obra pública pero de dudosa justificación. Argumenta un apoyo a los sectores productivos pero que no genera derrame. Y pícaro, no puede olvidar su placentero viaje a China, que hasta hoy sigue generando interrogantes a pesar de la “contra visita” protocolar de funcionarios chinos.

El mandatario correntino es apenas un “niño cantor” que repite mañosamente la arenga de su predecesor, convencido de que la cuestión medular es “Al pueblo: pan y circo”. Mientras tanto, festeja la pobreza en la capital de la provincia que gobierna. Se exhibe “sorteando” una canasta de alimentos. Y encarna la resurrección del mas rancio conservadurismo al grito renovado del “Sí, se puede”.

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